06 agosto 2011

Siempre me impresionó la premonición de Jacques Lacan en 1964, cuando aseguró que el porvenir del Mercado Común Europeo (y esto no lo preveía nadie en esa época, si se quiere, optimista) nos iba a dar a conocer cotas desconocidas en cuanto al ascenso del racismo. Se trata de su célebre tesis sobre “el odio al goce del Otro”, actualmente ya muy reconocida y muy comentada y que básicamente intenta dar cuenta del odio racial, no solo como odio por la diferencia, tal como se suele mencionar habitualmente, sino como un desconocimiento radical en el sujeto sobre sí mismo, sobre sus goces más secretos. que lo lleva a traducir el goce del otro, su modo singular de satisfacción, como un goce subdesarrollado. Se trata de un racismo cuasi invisible, que no necesita ser proclamado, que siempre aprecia en el otro un exceso, una intrusión, un robo del propio goce; los extranjeros con sus fiestas, con su relación con el trabajo, con el dinero o con lo que sea, invaden lo más íntimo del sujeto racista, un sujeto que la mayoría de las veces desconoce los resortes últimos de su rechazo. De allí la actual metamorfosis política de Europa, siempre tan preocupada por lo que puede llegar de modo inesperado a perturbar su identidad, siempre tan asediada por el espectro amenazante de un goce supuestamente no domesticado. (Jorge Alemán)