28 abril 2015


“Las palabras me anteceden y me sobrepasan,” dice un personaje de Clarice Lispector. “Me tientan y me modifican, y si no me cuido será demasiado tarde: las cosas se dirán sin que yo las haya dicho”. No es exactamente así, aunque a primera vista parece, que surge la poesía, o cierta poesía, la mejor o la más productiva (y la propia escritura de Lispector), porque lo que le ocurre a ese personaje es lo que nos ocurre siempre a todos. Así es como surge lo que escribimos la mayoría de las veces en Facebook o en Twitter: chorros de palabras anticipándose a nosotros, hablando por nosotros con tal de hacerse presentes, como nos pasa en la vida cotidiana. La escritura poética o literaria implica una negociación con las palabras o una danza con las palabras, o cualquier escritura que asuma la responsabilidad de no ceder a la trivialización de la palabra, y del pensamiento por ende.