el peonacho y el trompa de la rima,/ el que apiló palabras a destajo,/ el que en la viola fue bordona y prima// y al fin de su jornada de trabajo,/ siente que el mundo se le viene encima/ y canta a un mundo que se viene abajo. (Daniel Giribaldi)
29 octubre 2006
26 octubre 2006
22 octubre 2006
18 octubre 2006
No puede estar sin púas que la puncen quien está en lo alto […] Cualquiera eminencia, ya sea de dignidad, ya sea de nobleza, ya de riqueza, ya de hermosura, ya de ciencia padece esta pensión; pero la que con más rigor la experimenta es la del entendimiento: lo primero porque es el más indefenso, pues la riqueza y el poder castigan a quien se les atreve; y el entendimiento no, pues mientras es mayor, es más modesto y sufrido, y se defiende menos. (Sor Juana Inés de la Cruz, Respuesta a sor Filotea, 1691).
14 octubre 2006
Un soñador de lámpara comprenderá instantáneamente que las imágenes de pequeña luz constituyen vigilias íntimas. Sus resplandores se hacen invisibles cuando el pensamiento trabaja, cuando la conciencia está bien clara. Pero cuando el pensamiento reposa, las imágenes velan. (Bachelard, La llama de una vela)
09 octubre 2006
No vivimos o no deberíamos vivir en el tiempo. Sino en un filo de navaja, en un borde, en un cruce, en una intersección del tiempo y la eternidad. Eso es lo que siempre supo el poeta, que amó en lo único su unicidad y su universalidad, su singularidad y su esencia total, participante de todo. Y la condición temporal, limitada, efímera y a la vez la inexplicable eternidad de seres y cosas, que se revela con cierta mirada. Y es con la condición de que sepamos mirar de esa manera que la moral se cumple, que la caridad tiene lugar, que el poema nace, que la vida es justa, que la comunicación existe, que el arte es verdadero, que la creatura se salva…” (César Mermet, 1965)
07 octubre 2006
05 octubre 2006
04 octubre 2006
02 octubre 2006
Para descalificar una reflexión mía, dice que pienso como un viejo. Supone que ser viejo es algo que lo desmerece a uno, que le quita a su palabra posibilidades de consideración seria. Y, a la vez, me insta a que finja ser lo que no soy, a hablar –y quizá a pensar– como si fuera otro. ¿Para qué? ¿Para que me escuche quién? ¿A quién le puede interesar ser escuchado por gente que pone semejantes condiciones a un discurso?
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