15 diciembre 2008


Tarkovsky, El sacrificio: hay ahí o sucede ahí algo que está y excede, lo supera a uno, lo obliga a callar, lo enmudece. Uno es pura expectación, veneración casi, uno no es casi nada, y es al fin bueno saberlo y esa es la principal revelación. La sabiduría o despojamiento de soberbia que implica reconocer que hay algo más importante o más grande y que merece respeto, silencio. O una oración. ¿De ahí tal vez que tantos de esos que viven colgados del gesto desdeñoso en el campo intelectual detesten lo sagrado? Si lo aceptaran, si se atrevieran a dejar que les toque el cuerpo, deberían reconocer que no son nada y eso debe resultarles terrible, como si se los condenara a morir (y algo, a decir verdad, puede que efectivamente muera). En eso, y tal vez no solamente en eso, se tocan, como quien comparte una misma patria, y por el fondo, la religiosidad de Tarkovsky y el descreimiento sin retorno de Beckett (¿otra religiosidad?).