30 abril 2015
El respeto de la persona humana no es para Kant sino un ejemplo; la persona humana no es sino un ejemplo de la ley que he de respetar. Para Lévinas la noción de respeto, antes de ser un mandamiento, describe la situación de distancia infinita de la que hablábamos: el respeto es la mirada, la mirada a distancia. Y, como sabe, Lévinas redefine a la persona, al yo y al otro como rostros. Lo que denomina el rostro, a la vez en la tradición judaica y según una nueva terminología, tiene derecho al respeto. Desde el momento en que estoy, en relación con el rostro del otro, en que hablo al otro y en que escucho al otro, la dimensión del respeto está abierta. Después resulta preciso, naturalmente, hacer que la ética esté en consonancia con esa situación y que resista a todas las violencias que consisten en reprimir el rostro, en ignorar el rostro o en reducir el respeto. Jacques Derrida
28 abril 2015
“Las palabras me anteceden y me sobrepasan,” dice un personaje de Clarice Lispector. “Me tientan y me modifican, y si no me cuido será demasiado tarde: las cosas se dirán sin que yo las haya dicho”. No es exactamente así, aunque a primera vista parece, que surge la poesía, o cierta poesía, la mejor o la más productiva (y la propia escritura de Lispector), porque lo que le ocurre a ese personaje es lo que nos ocurre siempre a todos. Así es como surge lo que escribimos la mayoría de las veces en Facebook o en Twitter: chorros de palabras anticipándose a nosotros, hablando por nosotros con tal de hacerse presentes, como nos pasa en la vida cotidiana. La escritura poética o literaria implica una negociación con las palabras o una danza con las palabras, o cualquier escritura que asuma la responsabilidad de no ceder a la trivialización de la palabra, y del pensamiento por ende.
24 abril 2015
No se trata de poner la pluma al servicio de una causa, por justa que sea, sino de introducir el fermento contestatario de esta en el ámbito de la escritura. Encajar la trama novelesca en el molde de unas formas reiteradas hasta la saciedad condena la obra a la irrelevancia y una vez más, en la encrucijada, Cervantes nos muestra el camino. Su conciencia del tiempo “devorador y consumidor de las cosas” del que habla en el magistral capítulo IX de la Primera Parte del libro le indujo a adelantarse a él y a servirse de los géneros literarios en boga como material de derribo para construir un portentoso relato de relatos que se despliega hasta el infinito. Como dije hace ya bastantes años, la locura de Alonso Quijano trastornado por sus lecturas se contagia a su creador enloquecido por los poderes de la literatura. Volver a Cervantes y asumir la locura de su personaje como una forma superior de cordura, tal es la lección del Quijote. Al hacerlo no nos evadimos de la realidad inicua que nos rodea. Asentamos al revés los pies en ella. Digamos bien alto que podemos. Los contaminados por nuestro primer escritor no nos resignamos a la injusticia. Juan Goytisolo
21 abril 2015
16 abril 2015
14 abril 2015
En términos generales, creo que las personas cultivadas admiran más de lo que desprecian, entre otras cosas porque el desprecio suele ser hijo de la ignorancia, el resentimiento, la soberbia, el prejuicio y/o cierta tendencia al cualunquismo. No por nada el asombro filosófico del niño es el motor que lo hace aprender. Escucho y leo muchos argentinos despreciar tal o cual aspecto cultural de un país limítrofe, pero al indagar un poco noto que no son muy cultos que digamos. Te entiendo un poco más, pero sólo un poco más, si luego de ningunear la totalidad de una determinada cultura me citás un aforismo de Nietzsche en alemán, me abrumás con tus conocimientos de historia latinoamericana o de literatura francesa. Tu desprecio es una forma de autobiografía. Más allá de que admirar a ciertos personajes poco recomendables también sea una forma de autobiografía. Si me preguntan por la cultura húngara, simplemente respondo: no conozco lo suficiente como para opinar. Rodrigo Herrero
13 abril 2015
Nunca sufras por no tener opiniones en relación a varios temas. Nunca sufras por no ser algo o por serlo. Y acostúmbrate: lo que sentiste –sobre lo que más te gusta en el mundo– tal vez haya sido a costa de no tener una opinión puntual sobre los grandes hombres. Tendrás que dar muchas cosas para tener otras. Clarice Lispector
12 abril 2015
Desde las vanguardias de fin de siglo XIX, y especialmente de las de los años veinte del siglo pasado, las artes se han vuelto muy insurreccionales respecto de los relatos hegemónicos, tanto de las narrativas nacionales con pretensiones de cohesionar a una sociedad como con otras formas de folclore o de agrupamiento y sedimentación en un solo sentido. El arte ha sido avanzado en hacer estallar los sentidos convencionales de las sociedades. Eso no se ha perdido por más que el posmodernismo haya declarado caducas las vanguardias. Este sentido de innovación, de apertura a lo no dicho, a lo que todavía podría inventarse sigue vibrando. Néstor García Canclini
11 abril 2015
La idea de consumo tiene una fuerza especial porque está vinculada a la idea de adquirir, de poseer. Eso que llamamos consumo, entre otras muchas cosas, es la ilusión de posesión, es la ilusión de ´ser dueño de´, o sea de advenir siendo a través de la idea de propiedad y la práctica propietaria. Entonces sólo obtienen la ilusión de ser aquellos que pueden ´ser propietarios de´. Y el consumo es un vehículo que plantea la posibilidad de vivir como si en la vida pudiéramos ser dueños de algo. ¿Pero qué más es el consumo? Podríamos decir que el capitalismo es una fábrica que produce, no bienes de producción, sino que produce consumidores. Eso que llamamos criatura humana, en la civilización del presente, se deja decir mejor por la existencia consumidora. El capitalismo, antes de producir bienes, produce la vivencia consumidora, produce existencias sociales que a través de advenir o nacer como consumidores, tienen también la vivencia de libertad. La libertad que produce el capitalismo, es la libertad de consumo. La idea de consumo es una ilusión y ficción de libertad. Antes de la producción, no hay nada. Marcelo Percia
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