18 enero 2016

La poesía imbeciliza a las personas. No, por supuesto, leer poesía (si se asume en serio lo que implica “leer”), ni necesariamente escribir poesía, sino cuando "poesía" viene pegado a creerse “poeta”: se queda uno embobado en una burbuja de narcisismo y confortable autocomplacencia que le impide atender a cualquier otra cosa. El mundo sigue andando, para bien o para mal, destrozándose y sangrando o reclamando el trabajo de sostener las perspectivas de una vida menos limitada que puedan existir, y uno mientras tanto preocupado solamente porque alguien se fije en sus versitos y le prodigue las palmadas correspondientes.