28 noviembre 2013


San Juan de la Cruz ha estado presente en mí en un período de crisis −alrededor de los veintidós años− en el que me invadió lo que llamaría el malestar de la razón insuficiente: la necesidad de una vivencia trascendente. Por otra parte estaba inmerso entonces en la lectura de León Bloy y en mi obsesión por esa frase: “Todo es adorable”. Es un postulado que puede merecer una réplica extemporánea si pensamos en la historia y sus genocidios, pero naturalmente se trata de otro nivel de realidad. En Walt Whitman, otra de mis pasiones, esta frase tendría una interpretación celebratoria, y Bloy habla desde su condición de católico absoluto. Pero ambos afirman una redención para todo lo que sucede y me conmueve también la intransigente iracundia de Bloy. (Joaquín Giannuzzi)