Existe siempre durante el acto de leer un momento, intenso y
plácido a la vez, en el que la lectura se trasciende a sí misma, y en el que,
por distintos caminos, el lector, descubriéndose en lo que lee, abandona el
libro y se queda absorto en la parte ignorada de su propio ser que la lectura
le ha revelado: desde cualquier punto, próximo o remoto, del tiempo o del
espacio, lo escrito llega para avivar la llamita oculta de algo que, sin él
saberlo tal vez, ardía ya en el lector.
Juan José Saer