“Il mio suplizio è quando non mi credo in armonia” (Ungaretti). La trampa es, habiendo alcanzado alguna armonía, quedarse agarrado de ella, cuidarla, rabiar si se deshizo, no tomar nota de que toda sensación de estar en armonía corresponde a una situación puntual y no está mal que venga después la angustia, el desconcierto o la incomodidad de hundir las patas en otro tramo de la equívoca vida concreta.