El tiempo tiene su caducidad/ y el dolor su armonía,/ pero apenas/ cuando ponemos la mano,/ ya otorgada,/ en lo que llamamos/ –bajo una anatomía alucinada–/ alma./ ¿Se trata del alumbramiento/ del silencio?/ ¿O de la abolición,/ ilusoria,/ de la furiosa marcha/ del ladrido voraz,/ del museo ilustrado,/ de la carnicería,/ sobre el mundo?/ Sólo el conjuro de la palabra/ danzando en el holocausto. (Aldo Oliva)