17 enero 2010


Ya sean cómplices u hostiles al psicoanálisis, la literatura y la escritura elaboran un conocimiento arriesgado, singular y que se debe compartir sobre el deseo de sentido anclado en el cuerpo sexuado. Al hacerlo, la literatura –la escritura– jaquean al dúo metafísico razón versus fe, alrededor del cual antiguamente se constituyó la escolástica. Nos invitan a construir un discurso interpretativo, crítico y teórico, resultante de los avances de las ciencias humanas y sociales, y capaz también de implicar la subjetividad del intérprete mismo. ¿Cómo?/ Aquellos que se exponen a la experiencia literaria y, de una manera diferente pero cómplice, aquellos que se exponen a la experiencia psicoanalítica –o que simplemente están atentos a sus cuestiones centrales– saben que la oposición razón/fe o norma/libertad ya no puede sostenerse si el ser hablante que yo soy ya no piensa como dependiendo de un mundo suprasensible "con poder de obligación". También saben que ese yo que habla se devela a sí mismo en tanto y en cuanto se construye en un lazo vulnerable con un objeto ajeno, o un otro ek-stático, un ab-yecto: es la cosa sexual (otros dirán: el objeto de la pulsión sexual cuya "onda expansiva" es la pulsión de muerte). Ese lazo vulnerable con la cosa sexual y en ella –sobre el cual se apoya el lazo social o sagrado– no es otro que el lazo heterogéneo, la frontera misma entre biología y sentido de la que dependen nuestros lenguajes y nuestros discursos, los cuales han sido modificados por ella o que, inversamente, modifican el lazo sexual mismo. (Julia Kristeva)