Palabras tiñen, nada más. Soltarse nomás donde no hay apretar ni seguir cayendo. (Ricardo Zelarayán)
30 junio 2010
29 junio 2010
27 junio 2010
“Soberbia”: réplica que les viene a la boca a ignorantes y mediocres cuando alguien pone a la vista que están aferrados a la celebración del vestuario de un rey desnudo. Y es cierto: es pecado de soberbia intentar un intercambio con los que eligieron la imbecilidad, suponer que uno tiene la mágica palabra esclarecedora y que la van a aceptar. Hasta qué punto hay que ser estúpidamente soberbio para suponer que uno va a horadar esa protectora cubierta bajo la que subsisten gozosos, embelesados, cómodos. Hasta qué punto uno se adjudica misiones y derechos que nadie le encargó y que una ridícula soberbia le hace creer que tiene que salir a ejercerlos, como si, lastimosamente, se creyera un héroe o un dios. Paga los costos por no aceptar que la vida es la vida, y se lo merece, y, si fuera capaz, pediría disculpas, sin esperar que se entiendan sus motivos, sólo para aliviar la ofensa de aquellos hacia los que mostró desprecio. Es el miedo a exponer su propia imbecilidad lo que le impide hacerlo.
26 junio 2010
25 junio 2010
24 junio 2010
23 junio 2010
La democracia radical supone dos cosas. Por un lado, que hay una pluralidad de demandas de grupos que no habían sido tenidos en cuenta y que ahora pasan a ser absorbidas por un proyecto nuevo. La segunda condición es que toda esta cadena equivalencial se cristalice alrededor de símbolos comunes, cuando las dos cosas se dan tiene democracia radical. No es un mapa de sociedad ideal, sino que es la lógica de expansión de un régimen democrático./ Sin antagonismo no habría ninguna posibilidad de democracia radical. Para que haya antagonismo tiene que haber un enfrentamiento con un poder que obstaculiza. El antagonismo es central en la constitución de un imaginario de cambio. (Ernesto Laclau)
21 junio 2010
La idea del no conflicto, de esa especie de limbo anestesiado por la buena educación, es una herencia de la dictadura. Que proviene no solamente de la idea militar del orden social, sino también del miedo. Del miedo inconsciente. La generación que creció y fue educada durante la dictadura absorbió el miedo sin saber lo que era. Asumió de sus padres, como naturales, formas de actuar y de pensar motivadas por el miedo. Sobre todo el miedo al conflicto o a ser diferente o a no ser parte de ese consenso social que define el sentido común de una época. (Luis Bruschstein)
16 junio 2010
15 junio 2010
14 junio 2010
Si la prosa literaria palpita entre dos extremos, la información y la música, Bolaño es todo información […]. Noten el tintineo de la caja registradora./ […] La música en la prosa es siempre proceso mental; la información es acción./ La acción se narra; la música se crea. (en lector-malherido)
12 junio 2010
10 junio 2010
08 junio 2010
07 junio 2010
¿Por qué el estilo es un agravio? Porque debajo del léxico, como decía usted, se encuentra un determinado edificio espiritual o psicológico. La mayoría de los hombres llevan en su interior monstruosas arquitecturas de juicios, construidas con ladrillos amasados de barro de lugares comunes, y la grosera fábrica en la cual habitan intelectualmente se les antoja lujoso palacio. Cuando otro hombre, cuyo idioma no está ensamblado de lugares comunes les expresa realidades espirituales o psicológicas diferentes a las que ellos están acostumbrados a reverenciar, se les antoja que están escuchando a un ladrador de injurias y entonces odian ferozmente al hombre que, por no expresarse con frases hechas, ofende sus convicciones con la fortaleza de un estilo. (Roberto Arlt)
04 junio 2010
Todos sabemos muy bien, en síntesis, que, trabajando donde se quiere o se puede, estamos sometidos a una cantidad de presiones que deben contarse entre las mayores de cualquier profesión que se quiera. Y mucho más, como quedó dicho, cuando las grandes patronales mediáticas se transformaron en emporios con intereses comerciales que exceden, largamente, vivir de la información. En consecuencia, cada periodista se las arregla como mejor le sale. Pero lo que de ninguna manera se soporta más es que algunos o muchos de nosotros simulen actuar en un no-lugar ideológico. Un limbo donde no existen los mandos corporativos, ni las operaciones de prensa ni los avisadores que auspician al medio y a los programas, ni las campañas solapadas o expuestas para instalar candidatos electorales ni el sopeso informativo regulado por la búsqueda de publicidad. Nada, no hay nada de eso. Hemos alcanzado el nirvana laboral. Y los únicos problemas se les plantean a los periodistas que trabajan en medios estatales o sustentados por la pauta oficial, porque los persigue la presión del Gobierno (o bien están a gusto); y encima usan el aporte dinerario de la ciudadanía para despotricar contra publicaciones, emisoras y colegas del ámbito privado. ¿Y éstos cómo se sostienen y cómo cobran? Bueno, por la publicidad. ¿De quiénes? (Aliverti)
03 junio 2010
un ladrido es un problema de garganta/ de corazón más bien/ es disonante en un coro de callados/ concuerda con el estruendo y la violencia/ ¿para qué más? ¿qué otra certidumbre?// gota a gota cae el sentido/ de las voces y ladridos// las cuerdas vocales han durado/ en esta sonora certidumbre (Edgar Bayley)
02 junio 2010
Un gran poeta es alguien que ha producido textos capaces de dejar absorto, atraído y desconcertado a cualquiera que acepte enfrentarse al desafío del trabajo con la lengua y a los prodigios y revelaciones que en ese desafío se susciten, poner a prueba sus capacidades ante la extrañeza que ciertos trabajos con la lengua suponen. Ese “cualquiera” no existe sino en el momento de estar frente al texto, con el texto, en el texto, cuando le toca volver a escribir por su cuenta, en la lectura, lo que encontró escrito, no importa cuándo ni en qué lugar del mundo lo haga. No tiene localización geográfica, es en ese sentido universal. Como es universal la estupidez, tan presente en Andalgalá como en la calle Corrientes, en Park Avenue como en Río Gallegos, aunque la estupidez suela aferrarse a la localización geográfica y otras pequeñeces, para evitar, tal vez, el desconcierto, la puesta en crisis y la complejidad del placer que implica hacerse cargo en serio de la propuesta poética de un grande.
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