¿Es un destino del deseo puro, a fuerza de quemar los objetos, el de terminar extinguiéndose en un deseo de nada, deseo de muerte? No se entiende muy bien por qué tendría que ser así, y existen aún escrituras que asumen el riesgo más grave de todos, el del sentido en que el sujeto se juega su destino. Y a pesar de las imprecaciones y las siniestras profecías, la poesía amorosa no debería, aún menos que cualquier otra, ser llamada a desaparecer hoy en día, ya que en la era de la muerte de Dios, nuestra iluminación más accesible es profana. (Martine Broda)
14 abril 2007
¿Es un destino del deseo puro, a fuerza de quemar los objetos, el de terminar extinguiéndose en un deseo de nada, deseo de muerte? No se entiende muy bien por qué tendría que ser así, y existen aún escrituras que asumen el riesgo más grave de todos, el del sentido en que el sujeto se juega su destino. Y a pesar de las imprecaciones y las siniestras profecías, la poesía amorosa no debería, aún menos que cualquier otra, ser llamada a desaparecer hoy en día, ya que en la era de la muerte de Dios, nuestra iluminación más accesible es profana. (Martine Broda)