El gusano de la incomprensión reside en el alma misma del lenguaje, es cierto, Nicolás. Pero, además de residir en el lenguaje ¿no lo constituye también? Habría dos modos de pensar, en ese sentido, al trabajo de la poesía: 1) cómo reconocer la incomprensión inherente a todo lenguaje, asumirla y hacerle frente para ver cómo se la supera o se soportan sus consecuencias, 2) cómo operar con ella, extraer de ella belleza o productividad poética, una incomprensión ante la que la posibilidad de comprender pierda importancia porque son otras las posibilidades de la palabra que empiezan a importar.
02 junio 2009
El gusano de la incomprensión reside en el alma misma del lenguaje, es cierto, Nicolás. Pero, además de residir en el lenguaje ¿no lo constituye también? Habría dos modos de pensar, en ese sentido, al trabajo de la poesía: 1) cómo reconocer la incomprensión inherente a todo lenguaje, asumirla y hacerle frente para ver cómo se la supera o se soportan sus consecuencias, 2) cómo operar con ella, extraer de ella belleza o productividad poética, una incomprensión ante la que la posibilidad de comprender pierda importancia porque son otras las posibilidades de la palabra que empiezan a importar.