03 septiembre 2009


Más allá de lo económico y lo político, el poder mundial se afirma hoy en la influencia de la simulación, de una simulación operativa de todos los valores, de todas las culturas. El poder ya no se afirma a través de la exportación de las técnicas, de los valores, de las ideologías, sino mediante la extrapolación universal de una parodia de tales valores; la democracia se universaliza de forma caricaturesca, despectiva: los países “subdesarrollados” siguen el ejemplo de simulacro del desarrollo y del crecimiento, los pueblos en vías de desaparición siguen el ejemplo de la restitución fantoche, disneyficada, de su cultura y todos están fascinados por un modelo universal del que Norteamérica, sin dejar de contar las ganancias, es la primera víctima. (Baudrillard)