15 octubre 2009


Contrariamente a lo que se nos querría hacer creer, en realidad el choque de religiones no es un fenómeno de superficie. El problema de este comienzo del tercer milenio no es la guerra de religiones, sino la falla y el vacío que separan de ahora en adelante a aquellos que quieren saber que Dios es inconsciente y aquellos que prefieren no saberlo, para gozar mejor del espectáculo que anuncia que Él existe. La mediatización globalizada sostiene con toda su economía imaginaria y económica esta segunda preferencia: no saber nada para gozar mejor de lo virtual. En otras palabras, gozar de ver promesas y conformarse con promesas de bienes, garantizados por la Promesa de un Bien superior. Esta situación, en razón de la globalización de la denegación que le es consustancial, no tiene antecedentes en la historia de la humanidad. Saturada de iniciativas de seducciones y de decepciones, nuestra cultura catódica se ha revelado propicia para la creencia. Y este es el punto en que resulta favorecida por el retorno o el revival de las religiones. (Kristeva)