08 noviembre 2009


¿Vienes menos cada vez,/ huyes de mí,/ o es que estamos entrando en tu silencio/ el pedregal, la luz/ y ya tenemos poco que decirnos?/ Pero ese poco,/ ¿lo diremos nunca?/ pero ese poco, ¿qué es?/ ¿Será el alimento de los ángeles,/ lo que le falta al sol,/ la muerte?/ No digas nada tú. Cada palabra/ de tu boca es demasiado hermosa./ No puedo resistirla ya,/ aunque todo mi ser quiere comerla,/ y de esa hambre vivo aún. Dí/ la nada que estoy acostumbrado a ver/ en el pálido fulgor de la sequía,/ en la brasa del deseo, allí/ donde la amarga mar que adoro empieza./ Dí su mezcla con todo, en que he gozado./ La memoria/ guarda trenes enteros, encendidos,/ silbando por lo oscuro. No me sirven./ Mañana del ayer, una candela al mediodía/ se me parece más: en ella escribo/ letras para el aniversario/ de mi expulsión del texto que ahora miro,/ incomprensible. ¿Tú eras mi madre, entonces? (Cintio Vitier, A la poesía)