23 noviembre 2009


Nietzsche y Heidegger nos han advertido: el hombre moderno padece "la ausencia de un mundo sensible y suprasensible con poder de obligación". Esta aniquilación de la autoridad divina, y con ella la de cualquier otra autoridad, estatal o política, no conduce obligatoriamente al nihilismo. Ni a su reverso simétrico que es el integrismo al acecho de los impíos: al hacer de lo divino un valor, incluso el "valor supremo", los trascendentalistas coinciden con el utilitarismo nihilista. Pero, ¿cómo saberlo hoy sin caer en la ilusión de un humanismo estrechamente racionalista o en una espiritualidad romántica? (Kristeva)