Girando/ mis ojos
discontinuos/ entre la mesa y las sillas,/ de vidrios a maderas curvadas/ por
una voluntad de belleza y resurrección,/ muescas en metales, señales heladas/
de una mano mortal. Y esta melodramática/ conciencia, del otro lado,/ tratando
de decir algo ilimitado,/ proponer en vano una rivalidad sanguínea,/ una
tristeza, una culpa, un estilo soñador/ entre estas ciegas consistencias que me
dejan solo. (
Joaquín Giannuzzi)