mirad al espejo: cobardes,/ retrocediendo a la fatiga de la verdad,/
renuentes a aprender, dejando/ el pensar a merced de los lobos,/ el aro en la
nariz vuestra alhaja más cara,/ ningún engaño demasiado estúpido, ningún
consuelo/ demasiado barato, cualquier extorsión/ para vosotros es demasiado
benigna aun./ corderos, hermanos son,/ comparados con vosotros, los cuervos:/ vosotros
os cegáis uno al otro. (
Hans Magnus Enzensberger, “Defensa de los lobos contra
los corderos”)