19 noviembre 2014


No hay que engañarse, la fragmentación y dispersión actuales no dejan de suponer una monstruosa homogeneidad y unificación de todos los hábitos vinculados al consumo y al equivalente general que lo hace posible (el dinero), sean cuales sean las variantes en que se lo practique. El capitalismo realiza así el tan anhelado comunismo del goce: cualquier rareza o perversión es practicable si tiene con qué costearse los gastos; para todo hay y si no se abren nuevos nichos de consumo. Hasta los productos culturales –¡hasta Marx! – pueden ser reabsorbidos en este círculo vicioso. Roque Farrán