Finalmente, una idea que no quise dejar de anotar. Es una cita de Jean-François Lyotard: “En el arte, como en el pensamiento, hay un objetivo: el deseo de significar hasta el límite la totalidad de los significados”. Estamos moviéndonos en la brecha que existe entre convicciones sumamente disímiles, históricas y actuales. Unas pueden ver el arte como un simple juego de engaños e iluminismo; y en otros, por el contrario, existe una fe –que aún perdura, de modo un poco sorprendente– en el arte como una manera trascendente de experimentar un conocimiento muy sublimado. Sigue en pie la actualidad de un pensamiento que reconoce en la práctica artística la puesta en marcha de un saber y un aprendizaje que son sustanciales para nuestro propio reconocimiento. Este es, en la confusión de nuestra realidad, un dato cierto para el fortalecimiento de cualquier deseo de autonomía. (Tulio de Sagastizabal)
11 marzo 2007
Finalmente, una idea que no quise dejar de anotar. Es una cita de Jean-François Lyotard: “En el arte, como en el pensamiento, hay un objetivo: el deseo de significar hasta el límite la totalidad de los significados”. Estamos moviéndonos en la brecha que existe entre convicciones sumamente disímiles, históricas y actuales. Unas pueden ver el arte como un simple juego de engaños e iluminismo; y en otros, por el contrario, existe una fe –que aún perdura, de modo un poco sorprendente– en el arte como una manera trascendente de experimentar un conocimiento muy sublimado. Sigue en pie la actualidad de un pensamiento que reconoce en la práctica artística la puesta en marcha de un saber y un aprendizaje que son sustanciales para nuestro propio reconocimiento. Este es, en la confusión de nuestra realidad, un dato cierto para el fortalecimiento de cualquier deseo de autonomía. (Tulio de Sagastizabal)