Hipótesis inalcanzables, las palabras, dijo Delgado: hablar es andar con el culo al aire. He guardado silencio pero no he podido liberarme del duelo del silencio, no pude escapar de esa difamación de la realidad por las palabras; ahora me agarran, ogros que huelen la carne humana. ¿No oyen el trote de las palabras? preguntó Delgado: ahí vienen, apresuradas como supositorios de miel. No es posible huir a la demolición, yo conozco, dijo Delgado: palabras muertas no tardan en ser reemplazadas por otras, vivas. El silencio es un agujero de salida pero nadie ha explicado de verdad para qué sirve el silencio; en el silencio también hay palabras que se vuelcan indiscretas hacia la sonrisa, como una espina. ¿Dónde está el poeta? preguntó Delgado -pero no fue a nosotros que nos preguntó. Deportado, tardando injustificadamente. En vano discutimos: uno presume pero después llegan los muertos y los heridos y la moderación y los cajones atiborrados de palabras. No vayan a creer que me siento mal, dijo Delgado –ahora sí, a nosotros. No me siento mal ni me siento bien, he hablado y regresó el acontecimiento. Nos queda debilitarlo, o engrandecerlo, o alabarlo. Pero quiero ser franco, dijo Delgado: el silencio se gasta y acaba asesinado, lo aconsejable es restringir el número de palabras y caer en el vacío cómodo de las mayorías. Eliminar perifollos, exaltaciones; suprimir el punto de vista estético. Cuanto menos sea el recurso de palabras con el que uno se rodee menos acechanzas nos andarán esperando, dijo Delgado: en toda palabra se esconde siempre alguna luz mortecina, una tumba entre las nubes o el salto hacia las aguas de algún río de cuajos oscuros. (Bardamu)
27 marzo 2008
Hipótesis inalcanzables, las palabras, dijo Delgado: hablar es andar con el culo al aire. He guardado silencio pero no he podido liberarme del duelo del silencio, no pude escapar de esa difamación de la realidad por las palabras; ahora me agarran, ogros que huelen la carne humana. ¿No oyen el trote de las palabras? preguntó Delgado: ahí vienen, apresuradas como supositorios de miel. No es posible huir a la demolición, yo conozco, dijo Delgado: palabras muertas no tardan en ser reemplazadas por otras, vivas. El silencio es un agujero de salida pero nadie ha explicado de verdad para qué sirve el silencio; en el silencio también hay palabras que se vuelcan indiscretas hacia la sonrisa, como una espina. ¿Dónde está el poeta? preguntó Delgado -pero no fue a nosotros que nos preguntó. Deportado, tardando injustificadamente. En vano discutimos: uno presume pero después llegan los muertos y los heridos y la moderación y los cajones atiborrados de palabras. No vayan a creer que me siento mal, dijo Delgado –ahora sí, a nosotros. No me siento mal ni me siento bien, he hablado y regresó el acontecimiento. Nos queda debilitarlo, o engrandecerlo, o alabarlo. Pero quiero ser franco, dijo Delgado: el silencio se gasta y acaba asesinado, lo aconsejable es restringir el número de palabras y caer en el vacío cómodo de las mayorías. Eliminar perifollos, exaltaciones; suprimir el punto de vista estético. Cuanto menos sea el recurso de palabras con el que uno se rodee menos acechanzas nos andarán esperando, dijo Delgado: en toda palabra se esconde siempre alguna luz mortecina, una tumba entre las nubes o el salto hacia las aguas de algún río de cuajos oscuros. (Bardamu)