02 marzo 2010


La maravilla y el placer de verse uno sorprendido, desacomodado, encontrando que hay cosas distintas de las que uno esperaba o que algo se puede ver de un modo que no es el que uno estaba acostumbrado. La tontería de querer adecuar a los propios criterios lo que uno lee o de tratar de ver si eso que lee encaja o no en los propios criterios, cuando lo bueno es que el proceso se dé al revés, más bien. ¿O para qué uno lee, sinó? ¿Se puede decir, sinó, que lo que hace uno es leer algo? Todo lo cual no implica que los criterios no importen, ni que todo dé lo mismo ni que todo valga. Incluso, aunque más no sea, porque sin criterios ni diferencia ni valor tampoco habría sorpresa, ni descubrimiento, ni puesta en cuestión de lo que uno ya presupone, ni nada.