13 junio 2012


Quizás el solo hecho de escribir, de pintar, de componer música, no sea más que una apelación a la inmortalidad, no tanto para que nos recuerden cuando ya seamos ceniza, sino para dejar las huellas de lo que amamos y defendemos hoy a quienes vendrán después. Lo que importa a la postre son las imágenes con que nos vamos, las que dejamos. Pero un imaginario no se hace con cualquier imagen, como las que abundan en la televisión, sino con esas que pueden resumir toda una vida, dar cuenta de un mundo particular. Y que bastan para evocarlo. Parado a orillas del Paraná, frente a una pequeña isla, Rafael Alberti decía que la eternidad bien pudiera ser tan sólo un río (ese río), un caballo solitario (el que pastaba en esa isla) y el zureo de una paloma perdida (que escuchaba en ese momento). No hace falta mucho para entrever las luces del Paraíso. La luz, por suerte, aún no ha sido depredada, aunque no sea de todos o para todos. (Adolfo Colombres)