30 junio 2013
29 junio 2013
Es como si tú, polizón, quisieras bajar/ de tu tiempo, igual que de un avión,/ derecho a una nubecilla./ Jurando que aguantará/ eso pesado que eres,/ eso para siempre sin alas./ Y de momento es un altar, sólo un altar/ Y al Señor nadie lo ha visto./ Pero qué importa/ de qué piedra es la estatua./ Aquí la piedra no es piedra,/ es una idea. Así que detente un poco./ Y luego vete y vive. (Milan Rúfus)
28 junio 2013
27 junio 2013
Una función de la crítica -y no me refiero a los grandes críticos ni a los clásicos de la crítica, sino preferentemente al que escribe una reseña, antes de manera anónima y ahora con más frecuencia con la publicidad de la firma, aunque rara vez con la satisfacción de que se le pague mejor-, una función de la crítica, repito, es actuar como una especie de engranaje que regula el coeficiente de cambio del gusto literario. Cuando el engranaje se atasca y los críticos que escriben las reseñas se quedan paralizados en el gusto de la generación precedente, hay que desmontar inexorablemente la máquina y volverla a montar; cuando el engranaje patina y el crítico acepta la novedad como criterio suficiente de la excelencia, es necesario parar la máquina y reajustarla. El efecto de una y otra deficiencia en la máquina es que se provoca una división entre los que no ven nada bueno en lo nuevo y los que no ven nada bueno en todo lo que no sea nuevo: de esa forma, se acelera la vetustez de lo antiguo y la excentricidad e incluso charlatanería de lo nuevo. Ese fallo de la crítica tiene también como efecto situar al escritor serio ante una disyuntiva: o escribir para un público demasiado numeroso o escribir para un público demasiado reducido. Y lo curioso es que el resultado de una y otra opción es recompensar lo efímero. (T.S. Eliot)
26 junio 2013
25 junio 2013
Y uno les ruega a las palabras/ que no se porten mal, que no levanten/ su reja ante nosotros. Uno les ruega/ que nada digan si no pueden/ más que decir, decir, ruido y miseria/ queriendo hablar lo que no importa,/ lo que ya se torció, lo que está frío,/ y roto, y negramente terminado/ tan sólo porque un día Adán habló./ ¿Se puede? Uno quisiera entrar, quedarse/ en el silencio de antes, para siempre./ Y sangrar sin adornos. (Raúl Gustavo Aguirre)
24 junio 2013
La condición humana en el contexto de habitar el mundo, de poder emprender una historia y convivir en creación cultural colectiva, implicó la dimensión de un diálogo único. De una relación otra. De un vínculo de sentimiento e intelecto con lo trascendente. Con lo metafísico. Con la necesidad de ese absoluto que fijase las causas y la forma de los cursos: el por qué, el para qué, el cómo, cuestiones sentidas como imprescindibles a la vida. Pensar los dioses, pensar un dios más íntimo e irregresable en presencia, pensar un dios salvador, configuró para el pensamiento ilustrado el tiempo del mito, para otros el más majestuoso, sin parangón e infinito cobijo del hombre. Descifrar. Descifrar, en eso cósmico, que integraba como una partícula, el orden de su propia significancia y la necesidad inaudita de honrar la existencia expuso la altura de una conciencia tan in-creíble, que sólo un dios pudo otorgarla. Y ese sería el debate, o el Misterio. En todo caso, la pobreza y miserabilidad de nuestra época secular no puede arrogarse nada que esté por encima de esa respuesta primera. Se trata por eso de cuidar –aun los no creyentes– ese antiguo lenguaje sagrado con que el hombre le puso sentido, imaginación y capacidad de escucha de la zarza ardiente. Cuidarlo, más allá de que ese cuidado nos lleve a posturas que a lo mejor el pensamiento laico, científico, racionalista o progresista cuestiona, sabiendo en este tema que mucho de lo que hoy ese pensamiento letrado cuestiona o desconsidera, sería en realidad lo que importa. (Nicolás Casullo)
23 junio 2013
22 junio 2013
21 junio 2013
20 junio 2013
Es trechecera, acepto, mi locura,/ locura de hoy que ayer estrechez era:/ soy aquel que turaba la litera/ y todavía la litera tura.// Soy el que yendo a la literatura/ y entrando en ella, dejaría afuera/ al Milo de la Venus, si creyera/ que menos que la Venus, Milo cura.// Locura trechecera… Sí, lo acepto…/ y turada litera permanente,/ nente de perma, perma de concepto.// Soy el que yendo a la litera, siente/ que de la tura de que fuera adepto,/ el ra perdido, queda el tu en su mente. (Daniel Giribaldi)
19 junio 2013
No obstante, por más científica que sea, la historia está bajo sospecha, y una broma de Winston Churchill (célebre, como Lacan, por sus ocurrencias) lo expresa a la perfección: “La historia me será indulgente –escribió en sus Memorias de guerra– porque tengo la intención de escribirla”. Hay algo como trucado, viciado, en toda tentativa histórica, necesariamente favorable a quien la escribe. La historia, según se ha dicho y repetido, siempre es la de los vencedores. El poeta palestino Mahmoud Darwich le dirá a Jean-Luc Godard en 2004: “Troya no escribió su historia”. Churchill, por su parte, escribió la historia de dos maneras a la vez diferentes y convergentes: 1) tomando determinadas decisiones en tanto que hombre de poder; 2) escribiendo la historia a título de testigo. Su ocurrencia condensa ambos aspectos. Y esa condensación, en Lacan, posee un nombre: histeria./ “Versión” es un concepto portador de una irreductible diversidad, al cual se opone la historia en la medida en que continúe aspirando a ser un gran Relato. El gran Relato cada vez no es más que uno, y pretende ser Verdad. Un gran Relato es una versión en la que uno se detiene, a la que uno se aferra, un punto de estasis. (Jean Allouch)
18 junio 2013
El buitre no tiene nada que reprocharse./ Los escrúpulos le son ajenos a la pantera negra./ No dudan de lo apropiado de sus actos las pirañas./ El crótalo se acepta sin complejos a sí mismo.// No existe un chacal autocrítico./ El tábano, la langosta, la tenia y el caimán/ viven como viven y así están satisfechos.// De cien kilos es el corazón de la orca,/ pero no le pesa.// Nada más animal/ que una conciencia limpia/ en el tercer planeta del Sol. (Wislawa Szymborska)
17 junio 2013
La ignorancia es mucho más rápida que la inteligencia. La inteligencia se detiene a cada rato a examinar; la ignorancia pasa sobre los accidentes del terreno que son las nociones a gran velocidad, y jamás hay nada que le llame la atención. Así llega rápidamente a cualquier parte... especialmente a las conclusiones. (Alejandro Dolina)
16 junio 2013
13 junio 2013
12 junio 2013
11 junio 2013
"Exhaustos aun sin viajar",/ como decía Thoreau,/ "por el tráfico que discurre a través/ y por encima/ de todos nosotros"./ ¿O es éste el eco/ de un pensamiento / hechizado por lo primitivo/ como respuesta/ otra vez?/ Cada vez más rápido/ dejo de encontrarme/ en el que fui./ El que no se pierde, me/ dicen, no se reconoce jamás. (Ezequiel Alemián)
10 junio 2013
Lo cómico deja siempre un sentimiento de fragilidad humana, de crítica a la precariedad del mundo y de reconciliación con los defectos más tremendos. Gracias a lo cómico, la vida en general, y en especial la vida popular, ven al mundo como un conjunto de piezas que se convierten en entidades ridículas en vez de fórmulas de dominación. Reímos para hacer saber que la vida es también sus fallas abismales y contiene nuestra opinión sobre la ridiculez de los otros, que con la carcajada irreprimible hacemos saber que comprendemos, antes que juzgar y castigar. Y además reímos espinozianamente, reímos sin reír, cuando en la tensión de la historia callamos nuestra propia risa interna –que funda nuestra conciencia– para contenernos antes de enjuiciar duramente el mundo exterior que nos causa risa y lamento, pero lo entendemos como parte de una realidad que nos incluye. La risa es un instrumento superior de conocimiento. Nosotros mismos somos los risibles que con la risa intentamos preservarnos. (Horacio González)
09 junio 2013
07 junio 2013
Aquel que deja un bien en este mundo,/ no espere, tras la muerte, mejor bien:/ el cielo no concederá el segundo/ a quien, el otro, no ha querido bien./ Crees subir, pero dirás "me hundo";/ te diriges al tormento, no al edén,/ del placer abjurando. Engaño eterno,/ por el cielo estarás en el infierno. (Giordano Bruno)
06 junio 2013
Nuestra editorial busca crear una mínima grieta ahí, en relación a ese discurso que permanentemente desea convertirnos en espectadores de nuestra propia vida y que busca que la participación ciudadana se limite a demostrar que las consignas que ellos promocionan son correctas. En ese sentido, lo del gruñido tiene que ver también con una frase de Piglia: “El Estado dice que quien no dice lo que todos dicen, es incomprensible y está fuera de su época”. Y también, por lo casi inaudible, está haciendo latente la necesidad de acercamiento, ¿verdad? Solamente al acercarnos más a algo que no se oye bien, somos capaces de entender ese sonido. Evidentemente hay slogans y consignas que pueden ser amplificadas a través de los grandes medios de comunicación y funcionan como disparadores de un triunfo electoral o de una campaña de ventas, y otras formas de vida, como la de una editorial de poesía, que necesitan modular su lenguaje de un modo más próximo, más íntimo. Me gusta la idea de un gruñido casi inaudible, porque veo que requiere ese acercamiento del que te hablaba, pero también porque no te garantiza una situación de comodidad: estar cerca de algo que gruñe puede ser peligroso. (Aníbal Cristobo)
01 junio 2013
Arte, o lo que quiero llamar “arte”, como lo opuesto al consumo, por más que haya que pagar por acceder a esa experiencia y por más que esas obras por las que uno paga circulen en un mercado. Por qué, si comprar un pantalón de baño para ponérselo o una cerveza para beberla es consumir, no se puede realmente decir que uno está consumiendo cuando lee un poema, asiste a un concierto o ve una película (ciertos poemas, ciertos conciertos, ciertas películas, al menos). Porque sería como, en el amor, consumir a la persona amada. O consumir al amigo en la relación de amistad.
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