07 julio 2006


"En tiempos en que el capitalismo clásico se abría en instancias políticas, regulatorias o legislativas y era necesaria una administración centralizada de las relaciones mercantiles entre los hombres (digamos, el Estado), podíamos separar una esfera política, jurídica o cultural de una estrictamente económica. En todo caso podíamos decir que tal o cual forma jurídica, política o cultural se correspondía con o derivaba de tal o cual arquitectura económica. Era un rasgo propio de la modernidad. Con la supremacía del neoliberalismo y del capitalismo global integrado, capitalismo típico de las comunidades protestantes sin Estado, con instancias regulatorias ínfimas de la actividad económica y la deización del juego del mercado y las leyes elementales de la oferta y la demanda, la esfera político-cultural y la económica tienden a ser una: la cultura deviene una especie de residuo de la circulación del capital, es la contemplación, extática o irónica, de la propia circulación del capital. El resultado es una especie de estetización o ecologización (posmoderna, por decir algo) de la vida social. El capitalismo ya no se liga necesariamente con poderes despóticos o tiránicos o con conservadurismos recalcitrantes morales o raciales: el capitalismo contemporáneo de hiperconsumo hace sus alianzas más eficaces con formas superlativas o extáticas de la democracia, con el liberalismo, la tolerancia y la celebración de lo diverso." Daniela Gutiérrez, en Nación Apache.