No es que pueda vivir. Viviré. Es que yo quiero. La vieja carne al fin, por vieja que sea. Porque si la memoria existiera fuera de la carne no sería memoria porque no sabría de qué se acuerda y así cuando ella dejara de ser entonces la mitad de la memoria dejaría de ser y si yo dejara de ser todo el recuerdo dejaría de ser. "Sí", pensó, "entre la pena y la nada elijo la pena". (Faulkner)
30 marzo 2009
No es que pueda vivir. Viviré. Es que yo quiero. La vieja carne al fin, por vieja que sea. Porque si la memoria existiera fuera de la carne no sería memoria porque no sabría de qué se acuerda y así cuando ella dejara de ser entonces la mitad de la memoria dejaría de ser y si yo dejara de ser todo el recuerdo dejaría de ser. "Sí", pensó, "entre la pena y la nada elijo la pena". (Faulkner)
27 marzo 2009
Hay ciertos momentos en la vida política de un país, momentos extraños y sugerentes, en los que los diversos personajes que ocupan lugares destacados no ocultan sus intenciones. Sus intervenciones públicas son elocuentes y la lógica de sus intereses se pone inmediatamente de manifiesto. Esos momentos están signados, casi siempre, por la gramática de la conflictividad, gramática que lejos de ser antagónica con la democracia constituye uno de sus núcleos principales, la posibilidad de hacer públicos, de ofrecer con claridad, distintos proyectos de sociedad y de país en un momento histórico caracterizado por las profundas desigualdades y asimetrías sociales. Momentos en los que las palabras vuelven a adquirir significaciones intensas y en los que se desvela aquello que busca ocultarse; momentos en los que los actores van definiendo sus posiciones y, por más que algunos intenten camuflarlas, acaban por exponer lo que guardan en su interior. Momentos en los que las ideologías regresan y en los que algunas cosas pueden volver a ser dichas por sus nombres. Es el tiempo en el que la política puede volver a encontrarse con sus derechas y sus izquierdas, en el que la confrontación atraviesa de lleno la cuestión de la igualdad y de la distribución de la renta. (Ricardo Forster)
24 marzo 2009
Cuando se produce una injusticia está presente para quien la ejerce y para quien la padece; pero, fuera de esos dos, la injusticia sólo permanece si se la recuerda. La injusticia no es verdad. La existencia de la justicia depende por tanto de la memoria porque, gracias a la memoria, existe la injusticia. (Horkhaimer)
22 marzo 2009
Es inútil tratar de convencer a alguien que piensa lo contrario de que el mar es más hermoso que la montaña, o de que la naranja es una fruta más refrescante que la pera. Si se trata de arte, de literatura, el juicio sobre el valor no únicamente permite sino que exige del crítico cierta fundamentación, pero cuando es el creador mismo el que lo formula, el auditorio tolera la arbitrariedad, fiel al estereotipo (presente ya en ciertos diálogos platónicos) que concibe al artista como una criatura irresponsable inapta para el pensamiento lógico pero capaz de producir sin reflexión objetos admirables. Sus opiniones, por lo tanto, se consideran secundarias: pertenecen al folklore de su personalidad, y se justifican muchas veces no por su pertinencia, sino por su mera extravagancia. No sería imposible encontrar otras causas a la connivencia general de que gozan, particularmente en el mundo anglosajón, las absurdas opiniones de Nabokov, pero para no evocar problemas que merecerían ser tratados en detalle en alguna otra ocasión, conviene aceptar como determinante la ya enunciada: de un individuo original deben festejarse a toda costa las opiniones, por disparatadas que sean. (Saer)
19 marzo 2009
16 marzo 2009
Pues de resultas/ del dolor, hay algunos/ que nacen, otros crecen, otros mueren,/ y otros que nacen y no mueren, otros/ que sin haber nacido, mueren, y otros/ que no nacen ni mueren (son los más)/ Y también de resultas/ del sufrimiento, estoy triste/ hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,/ de ver al pan, crucificado, al nabo,/ ensangrentado,/ llorando, a la cebolla,/ al cereal, en general, harina,/ a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,/ al vino, un ecce-homo,/ tan pálida a la nieve, al sol tan ardio!/ ¡Cómo, hermanos humanos,/ no deciros que ya no puedo y/ ya no puedo con tánto cajón,/ tánto minuto, tánta/ lagartija y tánta/ inversión, tanto lejos y tánta sed de sed!/ Señor Ministro de Salud; ¿qué hacer?/ !Ah! desgraciadamente, hombres humanos,/ hay, hermanos, muchísimo que hacer. (Vallejo, “Los nueve monstruos”)
13 marzo 2009
Alza los ojos y ve qué luminosamente falta/ la opacidad doliente, gris y vana/ de nuestra lucha,/ qué ausencia nos exime en lo muy alto,/ de dar sombra en el mundo, y nos olvida,/ y cómo fiesta y dolor coinciden, exaltados/ en esta intensa perfección de luz,/ que tantas veces contemplamos juntos,/ de tanta amada claridad, caídos. (César Mermet)
11 marzo 2009
05 marzo 2009
Lo que no tiene que ver con la posesión, con la propiedad, con vivir dependiendo de eso que se supone que a uno le pertenece y de la necesidad de supeditar a esas posesiones, materiales pero también no materiales, todo, y ante todo la propia identidad, la razón de estar en el mundo: una misma necesidad de liberarse de pesadas estupideces que, al fin y al cabo, comparten o proponen de distintas maneras varias filosofías orientales y el cristianismo original, la concreta vida popular –en el sentido de ejercicio real y social de los saberes del cuerpo en contacto gozoso con la materia circundante– y quizá, al menos como utopía, el marxismo. Y algún freudismo también.
03 marzo 2009
Ya no creemos en el mito de la existencia de fragmentos que, como pedazos de una antigua estatua, esperan que la última pieza faltante sea descubierta para así ser pegados creando una unidad exactamente igual a la unidad original. Ya no creemos que alguna vez haya existido una totalidad primordial, como tampoco que una totalidad final nos espere en el futuro. (Deleuze, Guattari)
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