02 noviembre 2011


Por delicadas que sean, las mañanas/ envilecen; lo destructible vacila/ y lo que pareciera, frente a nosotros, perdurar,/ no nos acoge, menos cruel que indiferente. Animal/ anónimo, por más que grites, nadie escucha,/ y ni por lejos la lengua es la que conviene./ Existe, tal vez, en alguna parte, un idioma,/ nadie niega, pero habría que desandar,/ salir, si fuese posible, del centro de la noche,/ y empezar de nuevo con otra clase de balbuceo./ Tantas tardes que resbalan:/ ya no se sabe/ en qué mundo se está, y sobre todo si se está/ en un mundo. Se muerde/ un fantasma de manzana, mientras sigue merodeando,/ como desde un principio, lo oscuro. Destellos/ de un sol de invierno en la ciudad/ transparente; brillos, rápidos o lentos,/ que algunos blanden como pruebas/ abandonándose, soñadores, a su tibieza. Entre tantas/ estrellas, esperanzas: relentes/ de un reino animal. (Juan José Saer)