Dos elementos: el primero
es la excelencia, tratemos de escribir bien, de abordar temas complejos, de
generar de algún modo un juicio sobre la naturaleza humana, de ser buenos
poetas; y enseguida, que esto pueda ser reconocido por el canon, admitamos su
existencia. Ahí se empioja la cosa: ¿qué hace uno? Responde al canon que tiene
en el corazón. Pero ay, a lo mejor no es el de Radar o La Nación. ¿Y qué pasa,
en este caso? No lo sé. (
Alejandro Dolina)