09 mayo 2012
Nosotros discutimos amable y largamente con el Negro Fontanarrosa, porque él hizo, en no sé qué congreso de la lengua, una ponencia diciendo que había que levantar la restricción contra las puteadas, que las malas palabras no debían ser consideradas tales, que debían formar parte del conjunto, con su significado y su función. Y yo le objetaba que, sin cierta prohibición, eso no resultaba funcional. Y que si fueran permitidas perderían su sentido, su razón de ser, que es escandalizar, hacer estallar la razón, establecer un rechazo a lo establecido. Si no hay un foro de poder que las rechace, estas palabras no sirven. No da lo mismo mandar a un señor al carajo que decirle que no le gusta a uno su aspecto. Mandarlo al carajo implica un corte de lo que es la etiqueta burguesa; y lo señala, “corto con usted toda relación con sostén legal, no cuente con ningún tipo de racionalidad de aquí en adelante”. (Alejandro Dolina)