“La realidad”, dicen, como si eso justificara cualquier cosa o tapara
cualquier argumento en contra. Para mí, en cambio, eso en que pienso cuando
digo “realidad” es algo demasiado extenso, inaferrable, inexplicable, indócil,
promisorio, implacable, siempre abierto. Vasto objeto de deseo y, por eso
mismo, de temor. Tierra natal a la que nunca alcanzo a llegar. Cuando ellos
dicen “realidad”, lo que más bien percibo es “conformismo”.