17 septiembre 2008


El arte se negó siempre a sí mismo, pero lo hacía por exceso, exaltándose en el juego de su desaparición. Hoy, se niega por defecto: peor aún, niega su propia muerte./ Se sumerge en la realidad, en lugar de ser el agente del asesinato simbólico de esa misma realidad, en lugar de ser el operador mágico de su desaparición./ Y lo paradójico está en que, cuanto más se acerca a esa confusión fenomenal, a esa nulidad en cuanto arte, más crédito obtiene, más se lo sobrevalora; hasta el extremo de que, parafraseando a Canetti, estamos ahora donde ya nada es bello ni feo, hemos cruzado ese punto sin saberlo y, al no poder recuperar tal punto ciego, no podemos sino perseverar en la destrucción actual del arte. (Baudrillard)