A imagen de los políticos, que nos alivian de la penosa responsabilidad del poder, el arte contemporáneo, con su artificio incoherente, nos alivia del dominio del sentido mediante el espectáculo del sinsentido; lo cual explica su proliferación: con independencia de todo valor estético, tiene la seguridad de prosperar en función, precisamente, de su insignificancia y su inanidad. Del mismo modo en que lo político perdura en ausencia de toda representatividad o credibilidad. (Baudrillard)