21 octubre 2008


¿Cómo era el mundo no hace tanto? Podríamos imaginar que algo parecido a esta pregunta debió de cruzar las reflexiones de Rousseau hace doscientos cincuenta años, la de Max Weber luego o la de Georg Lukács. El interrogante se asemeja a la melancolía lo suficiente como para ser casi su antípoda, su exorcización conceptual. Si, como pensó Walter Benjamin, la bestialidad deshumanizadora de dominar a los hombres es un pasado que sobre todo no deja de seguir venciendo, aquella pregunta significaría más que nada descubrir en la fragilidad de la palabra la escasa presencia de las cosas, sus silábicas imposturas. Preguntarle al pretérito más próximo no es entonces nostalgia por pasados del mundo, sino un continuo resistir la cancelación de la experiencia humana: artesanía crítica puede decirse, de engarzar interpretaciones, de escuchar en la sonoridad de las renovaciones la crónica extraviada del lenguaje. (…) La pregunta por el “antes” no es entonces añoranza, sino la intención de señalar que la mirada que no rompe con la homogeneidad técnica de una lógica histórica barbarizante, no es otra cosa que dispositivo intelectual “interpretativo” de lo cadavérico, mirada que en su “asistir” a los hechos extiende lo indiferente, lo equivalente, la uniformidad total. (Nicolás Casullo)