23 febrero 2013


Como si al sacarse un par de zapatos embarrados alguien creyera que se ha librado de la humedad y la suciedad sin siquiera ocurrírsele que, a través de las medias y aun de las plantillas de esos mismos zapatos, se han colado el agua, la tierra, las porciones de microbios, y que han penetrado, antes de que tenga tiempo de ir a lavarse, por la misma razón de deshacerse esa mugre, las plantas de los pies, en la carne, pasando más allá de la piel para seguir hasta calar en los huesos, el resto, que no por menos grueso que la capa de barro inicial sino, al contrario, por mucho más fluido e impalpable, fácilmente se abre camino para adentro. (Susana Cella)