16 febrero 2013


La supresión de lo irrepresentable –o, como quería el pintor ateniense, la voluntad de simbolizarlo, de presentarlo positivamente− en el modo de una subordinación estética de la existencia es el gran acabado totalitario, su dimensión antipolítica más honda –me pregunto cuánto de esto ha heredado la democracia que se autorrepresenta en los media. Lo propiamente irrepresentable, la cuerda que pulsa el diablo para romper el todo, es la libertad. Sólo como preservación de una “pluralidad irrepresentable”, sólo como presentación negativa de lo irrepresentable, sólo anteponiendo el diablo a la violencia del símbolo [“diablo” según la significación que tenía el término en griego: desavenir, imposibilidad de reunir, desacordar, antónimo de “símbolo”, que es reunión de lo separado o roto] y la nada al terror del fundamento, evitan los hombres el sacrificio de sí mismos, de lo que pueden ser y de lo que pueden concebir. (Diego Tatián)