24 julio 2013
El falso pudor es el que aparece, con humildad de auténticos valientes, cada vez que el periodismo se atribuye el rol modesto de traer y enviar mensajes, un entrañable oficio de carteros del que viene la socorrida frase: “matar al mensajero”. Extraña negación del propio poder que contrasta con la autoexaltación. Si comunicar no tuviera una pretensión de efecto, faraones y obispos no vestirían de modo llamativo, no existiría la industria publicitaria, los golpistas no tendrían el objetivo primario de tomar el control de las estaciones de radio y TV, los perros no ladrarían. (Eduardo Blaustein)