No nos pidas la palabra que escuadre en cada lado/
nuestro ánimo informe, y con letras de fuego/ lo manifieste y como un azafrán
resplandezca/ perdido en medio de un prado polvoriento.// ¡Ah el hombre que se
va seguro,/ de los demás y de sí mismo amigo,/ sin preocuparse de su sombra que
la canícula/ imprime sobre un desconchado muro!// No nos pidas la fórmula que
otros mundos pueda abrirte,/ sí alguna sílaba torcida y seca como una rama./ Eso
sólo podemos hoy decirte,/ lo que no somos, lo que no queremos. (
Eugenio Montale)