El sol sale por el Este. Y “la política siempre tiene que ver con un ‘nosotros’ opuesto a un ‘ellos’“. La primera afirmación no causa demasiada controversia en esta Argentina, tan pero tan dividida. Eso sí, tampoco ayuda a transformar nada. La segunda corresponde a la politóloga belga Chantal Mouffe. Y a pesar de ser tan obvia como la otra, parece tener efectos corrosivos sobre el sentido común mediático, la conversación de taxímetro y el bien pensar de los liberales amontonados en una miríada de partidos y partiditos. […] Claro que siempre están los llamados al “consenso” y al “diálogo” y a la negociación como sinónimo de entrega. Las clases medias -arriba, en el medio y abajo- son muy afectas a este discurso. Este que dice que en realidad estamos todos unidos pero el Gobierno nos desune. Que las divisiones son estériles y artificiales. Y que lo único-que-le-hace-falta-a-este-país- es-ponerse-a-trabajar-todos-juntos. […] Tenerle miedo a la división entre “nosotros” y “ellos” sería clausurar la política. Creer que los argentinos estamos “unidos” pero fuerzas extrañas nos dividen es una niñería. Y, lamento el sacrilegio, pero me animo a decir que el Bicentenario debería encontrarnos “divididos o dominados”. ("Escriba", en Artepolítica)
29 abril 2008
El sol sale por el Este. Y “la política siempre tiene que ver con un ‘nosotros’ opuesto a un ‘ellos’“. La primera afirmación no causa demasiada controversia en esta Argentina, tan pero tan dividida. Eso sí, tampoco ayuda a transformar nada. La segunda corresponde a la politóloga belga Chantal Mouffe. Y a pesar de ser tan obvia como la otra, parece tener efectos corrosivos sobre el sentido común mediático, la conversación de taxímetro y el bien pensar de los liberales amontonados en una miríada de partidos y partiditos. […] Claro que siempre están los llamados al “consenso” y al “diálogo” y a la negociación como sinónimo de entrega. Las clases medias -arriba, en el medio y abajo- son muy afectas a este discurso. Este que dice que en realidad estamos todos unidos pero el Gobierno nos desune. Que las divisiones son estériles y artificiales. Y que lo único-que-le-hace-falta-a-este-país- es-ponerse-a-trabajar-todos-juntos. […] Tenerle miedo a la división entre “nosotros” y “ellos” sería clausurar la política. Creer que los argentinos estamos “unidos” pero fuerzas extrañas nos dividen es una niñería. Y, lamento el sacrilegio, pero me animo a decir que el Bicentenario debería encontrarnos “divididos o dominados”. ("Escriba", en Artepolítica)
27 abril 2008
¿Y qué diremos de los cultivadores de las bellas artes? [...] Principalmente entre los comediantes, músicos, oradores y poetas, el más ignorante es el que posee mayor presunción, mayor jactancia y más elevado concepto de sí mismo; y con todo, encuentran imbéciles de su calaña que los admiren, porque cuanto más tontos son, más admiradores hallan, ya que por ser, como dijimos, la mayoría de los hombres vasallos de la Necedad, lo peor gusta siempre a los más. Por consiguiente, si los imbéciles son los más satisfechos de sí mismos y los más admirados por todos, ¿quién será el necio que prefiera la verdadera sabiduría, que tanto trabajo nos cuesta adquirir, nos vuelve tímidos y vergonzosos, y, por último, encuentra tan poco apreciadores? (Erasmo de Rotterdam)
26 abril 2008
El espectáculo, comprendido en su totalidad, es a la vez el resultado y el proyecto del modo de producción existente. No es un suplemento al mundo real, su decoración añadida. Es el corazón del irrealismo de la sociedad real. Bajo todas sus formas particulares, información o propaganda, publicidad o consumo directo de diversiones, el espectáculo constituye el modelo presente de la vida socialmente dominante. Es la afirmación omnipresente de la elección ya hecha en la producción y su consumo corolario. Forma y contenido del espectáculo son de modo idéntico la justificación total de las condiciones y de los fines del sistema existente. El espectáculo es también la presencia permanente de esta justificación, como ocupación de la parte principal del tiempo vivido fuera de la producción moderna. (Guy Debord)
25 abril 2008
Si hay, metafórica o literalmente, show, es porque alguien quiere hacer ver algo, alguien tiene interés en que ciertas cosas se vean. Y en que se vea precisamente eso que muestra, porque por algo necesita mostrarlo. Cuando se trata literalmente de un show, no hay mucho problema: la intención de darlo a consumir viene con el producto, y uno lo compra o no. Si lo es metafóricamente, en cambio, mejor no dar bola, elegir dónde quiere uno poner la vista. O verlo, sí, pero como se mira un show.
24 abril 2008
Una tarea oscura, sí, Conrad, pero no aplastante. Por el contrario, más bien liberadora, en tanto uno encuentra alguna soltura y alguna capacidad de movimiento propio al perder peso algunas viejas y asentadas preocupaciones, y al dejar uno de creer en un repertorio de tonterías que tantos dan por cosa sagrada. Ya no mirar, como no sea de reojo o muy de cuando en cuando, el Gran Show, para en cambio atender a los puntos donde el sentido concreto se ve en algún momento titilar y a la consistencia del trabajo y el contacto con las cosas.
21 abril 2008
Olvido de palabras que solían nombrar críticamente la realidad del mundo, suplantadas por otras palabras raticidas. Ejemplo, el vocablo “consenso”, al parecer naïf, pero que hoy sirve para nombrar una suerte falaz de “mundo-todos-de-acuerdo”, pero mundo al que sin embargo le faltan todos los que no están invitados en esa mesa. Y donde tampoco sobreviven los temas “desaparecidos”, que ni siquiera parecen estar en la memoria de las cosas. (Casullo)
20 abril 2008
Los verdaderos conflictos, en su punto más intenso, suponen un doble debate simultáneo: el de las materias directas que son motivo de la divergencia y el de los medios que las expresan. Las luchas no sólo se hacen a través de la lengua que ponen en acción los protagonistas de un antagonismo, sino también sobre el propio uso de esa lengua, sobre la forma en que el lenguaje se debe presentar en un desacuerdo del cual inevitablemente es parte. (Horacio González)
19 abril 2008
Como cenizas, como mares poblándose,/ en la sumergida lentitud, en lo informe,/ o como se oyen desde el alto de los caminos/ cruzar las campanadas en cruz,/ teniendo ese sonido ya parte del metal,/ confuso, pesando, haciéndose polvo/ en el mismo molino de las formas demasiado lejos,/ o recordadas o no vistas,/ y el perfume de las ciruelas que rodando a tierra/ se pudren en el tiempo, infinitamente verdes. (Galope muerto)
18 abril 2008
Polvareda del suelo se levanta en una plana tierra/ de irreconocible aridez, se calienta sepia y hace,/ al mismo tiempo remolino y pared en alud,/ viento y piedra a velocidades gradualmente/ mayores suben a cierta altura y tocados por los/ haces perpendiculares del violento disco/ candente en la mitad del cielo visible, mandan en/ cadena y remolinos corpúsculos de luz pedregosa/ y ensuciada viento ahogador, atmósfera/ venenosa, a toda la ranchada del norte, del este/ del oeste y del sur sur. (“Aurora argentina”, Susana Cella)
17 abril 2008
16 abril 2008
encuentro una dedicatoria especial de la esperanza/ la verdad es que uno descree de lo que conoce/ no descree de lo que ignora/ tratar de no saber se parece/ a buscar la riqueza que oculta una montaña/ cuanto mejor se sabe lo que no se sabe/ mejor se puede soportar/ lo insoportable (Simón S. Esain)
15 abril 2008
creo saber, eso me permite/ descreer/ aunque la ignorancia se mantiene la actitud se modifica/ ignoro cada vez más asuntos/ la complejidad y amplitud de cuanto ignoro/ me proporciona las sensaciones de estiramiento/ la inoperancia de este conocimiento me decepciona/ no me lastima, es una decepción gregaria, rítmica/ se me hace fácil descreer, se vuelve lógico, vital/ quien descree está vivo, sostenido por el aire/ quien cree yace aplastado por las catedrales/ no es culposo ni escandaloso seguir/ no quiero mascaradas ni juego hipocresías, me he entregado/ como un profeta a su recopilador/ en el fondo mi descreer se asemeja al antiguo misterio/ mi corazón se siente preservado de dolores/ la falta de sentido es otro modo de contar la historia/ de cualquier modo/ siempre trataremos de justificarnos los injustos/ repetiremos los ciclos sin culpa (Simón S. Esain)
14 abril 2008
Banalidad del mal. Filósofo (sic) y ampuloso columnista de La Nación, cuando era sólo poeta y crítico literario solíamos vernos alguna que otra vez, tres o cuatro años después de su paso por la revista Crisis. Ya estábamos en plena dictadura, y el rechazo al terror y la represión que manifestaba en nuestras conversaciones no se trasladaba a los artículos en los que, en los diarios, celebraba que por fin nos hubiéramos librado de los mesiánicos, intolerantes y soberbios (en alusión a lo que hoy se llama “setentismo”), y que por lo tanto, aliviados de esa distorsión, estuviéramos en mejores condiciones para escribir y pensar. Cuando le pregunté acerca de esa diferencia entre lo que decía y lo que publicaba, contestó que él reprobaba las dos formas de violencia. “¿Y entonces por qué escribís sólo contra una?” “Ah, qué gracia, si escribo contra los militares no me publican”. “No escribas nada sobre ese tema, entonces”. No tuve respuesta.
13 abril 2008
Si Arendt tomó la idea de “banalidad del mal” del relato de un funcionario de la maquinaria de exterminio nazi, hombre corriente que no hacía más que cumplir con su tarea, lo que le parecía normal, y lo decía sinceramente, ¿no hay banalidad del mal en el directorio de la empresa que dispone despidos masivos para mejorar costos y así ganarle a la competencia? ¿No hay banalidad del mal en el jefe de redacción que difunde versiones capciosas o titula la información y la dispone de modos que pueden afectar a muchos, porque “es la línea del diario”, o porque así el diario vende más? ¿Y en el programador de noticiero que presenta las notas sobre "inseguridad" de modo de que todos nos creamos a punto de ser asesinados si no viene una mano dura? ¿Y en el economista que reclama menor gasto social para que vengan inversores? ¿Y en el distribuidor o acopiador que aumenta precios aprovechando la escasez, aunque ya esté ganando bien? ¿Y en el vecino de clase media que se moviliza para que tiren abajo el precario asentamiento de cartoneros de la otra cuadra porque cree que así va a vivir mejor (y puede que sea cierto)? ¿Y en el propietario de un puñado de hectáreas que sale a defender en bloque, sin diferenciarse, un reclamo que, si se impusiera, tendría como principal efecto una suba brusca en las tasas de pobreza e indigencia? El mantra que sostiene, a lo largo de los tiempos, la banalidad del mal, es “así son las cosas”, y casi nunca, cuando alguien escucha obediente su murmullo, hay mala intención o un espíritu embargado por el odio, sino simple realismo.
12 abril 2008
En cuanto se pronuncia la palabra "futuro"/ salen corriendo de la lengua rusa los ratones/ y con toda su prole la emprenden a mordiscos/ con el manjar de la memoria (un queso de agujeros)./ Después de tanto invierno, qué más da/ lo que haya o quién haya detrás de la cortina:/ no suena en el cerebro ningún "do" celestial,/ sino el murmullo de la vida. A la que,/ como al caballo regalado, no se le mira el diente,/ pero ella nos lo enseña en cuanto puede./ Del hombre sólo resta su parte de la oración./ Su parte de la oración en general. Solamente una parte. (Brodsky)
11 abril 2008
Como guió a las ratas por las calles/ el flautista de Hammelin,/ bailamos como marionetas/ la sinfonía de la destrucción. (Megadeth, por Zaidenwerg)
10 abril 2008
Miedo es la palabra. Detrás de la retórica y las argumentaciones a las que uno recurre, detrás de las consideraciones que tratan de ser objetivas y los intentos de desmontar equívocos, lo que hay, imperioso, no es sólo gusto por la discusión o amor a la verdad: hay miedo. La mediocridad, cuando se excita de más consigo misma, lleva (está probado) al exterminio.
09 abril 2008
Nadie le pide a uno que escriba. Hay cierta soberbia en el autor que dice: "Tomá, acá tengo 500 páginas, y me las tenés que leer porque yo pienso esto", en una sociedad a la que hasta los textos de los diarios le parecen un poco largos. Siempre digo que es una resistencia romántica. Porque los románticos resistían sabiendo que iban a perder, iban a ser derrotados. Pero ellos querían dejar testimonio de que habían dado batalla. Cuando viene el mundo moderno, con sus máquinas y sus técnicas, el romántico que ama los grandes valores tradicionales enfrenta ese mundo sabiendo que va a perder. El libro tiene algo de esa resistencia, de plantear cosas y saber que, frente a otras cosas potentes, va a ser arrasado, que es una gota en el mar. Es que la tarea intelectual es básicamente confrontar, partir siempre de que hay cosas en el mundo que lo hacen injusto, irracional y que habría otra posibilidad de mundo. Entonces uno insiste. (Casullo)
08 abril 2008
Si los terratenientes sojeros destruyen la capa fértil y socavan las condiciones ambientales del agro en función de la mayor ganancia en el menor plazo posible, los medios concentrados actúan de un modo homólogo con las audiencias (que para ellos es un recurso, como la tierra para los agricultores). Someten al público a un estado de estrés permanente que en el corto plazo sirve para la competencia intermediática por el rating, pero que está destinado a incrementar procesos traumáticos e irracionales en el colectivo social, con un horizonte final de erosión de la sensibilidad común. (Kaufman)
07 abril 2008
Los agoreros de cierta posmodernidad, los amantes de las imágenes líquidas del presente y de lo real, tienen que entender que de uno y otro lado, la Argentina, es un país que no quiere dejar de ser lo que alguna vez fue. Aunque eso nos depare un futuro inquietante, incierto, lleno de tensiones. (Martín R)
06 abril 2008
¿Cómo no ceder a la tentación nada despreciable a que se refería Sebald de esbozar la psicología y sociología de la especie parasitaria que tiene en la literatura su posada? (Bardamu)
05 abril 2008
La teoría no es otra cosa sino la escucha de esta escucha. La poesía la precede necesariamente. La teoría es la escucha de las transformaciones que intervienen en el lenguaje. Una atención a eso que no se conoce. […] Las dos aventuras [poesía y teoría] van juntas. No hay concreto por un lado, abstracto por el otro. Esta oposición no es más que una fábula. Ya que la teoría es la atención a lo individual concreto. El estado de vigilia contra las abstracciones. Y la teoría también puede ser leída a contra-pensamiento, o acompañando su tentativa. Es, como la poesía, una pasión del pensamiento. Lo novelesco del pensamiento. Desconocida para ella misma. De ahí sus riesgos, pero también sus felicidades, sus espectáculos. Su risa. (Henri Meschonnic)
04 abril 2008
Pero la poesía no tiene nada de eso que el signo llama lo serio, y que es su propio reflejo: el aburrimiento. Todos los humores pueden sobrevenirle. El juego, el humor forman parte también de la poesía. Sólo que hay razones para no confundirlos con lo lúdico de la combinatoria (que ya no tiene la gracia de Queneau), ni con la imitación programada del inconsciente según la moda psicoanalizante, ni con el despliegue lineal del sentido en la heideggerianidad. […] Pero también hay risa en la escucha interior del mundo. El eco de la vieja risa homérica vibra aún. Hay que saber oírlo (Henri Meschonnic)
03 abril 2008
Febo está muerto, efebo. Pero Febo fue un nombre/ para algo que nunca se pudo nombrar./ Hubo un proyecto para el sol, y aún lo hay.// Un proyecto hay para el sol. El sol/ no necesita cargar, dorado esplendor, nombres, sino ser/ en la dificultad de eso que es ser. (Stevens por D.F.)
02 abril 2008
Triste cuando a esa gente que uno admiraba por mucho o por algo, y que querría seguir admirando (o sigue admirando por lo que fue o hizo, o por alguna cosa que por ahí todavía hace), uno la ve empeñada en volverse su propia caricatura. Triste es cuando uno a alguna de esas personas le está agradecido, porque aprendió mucho de ella o por algún otro motivo, personal o no, y no quiere olvidarlo, pero tampoco puede dejar de mirar el presente así como viene, siniestro o ridículo. “Obedecen a leyes objetivas”, se dice uno y, por un momento, todo parece explicarse, pero después descubre uno que, si así fuera, algo más grande y más importante se derrumbó ante sus ojos. Y no es consuelo pensar que, porque pudo advertirlo a tiempo o por casualidad o inepcia, uno esquivó la rodada: ya va a caer en otras, ya cayó en otras, por un lado, y, por el otro, la autoestima es una golosina envenenada y breve cuando lo que queda enfrente es, vasta, a modo de pared de fondo, la ratificación de una condena básica, “leyes objetivas”, una fatalidad sin coartada. “Mejor que ya no haya coartada, ¿no?” Eso que pega y hace sacudirse el vidrio, como si fuera el ruido del tránsito, es, terca, material, arrojada a su propio movimiento, la realidad.
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