Pero la poesía no tiene nada de eso que el signo llama lo serio, y que es su propio reflejo: el aburrimiento. Todos los humores pueden sobrevenirle. El juego, el humor forman parte también de la poesía. Sólo que hay razones para no confundirlos con lo lúdico de la combinatoria (que ya no tiene la gracia de Queneau), ni con la imitación programada del inconsciente según la moda psicoanalizante, ni con el despliegue lineal del sentido en la heideggerianidad. […] Pero también hay risa en la escucha interior del mundo. El eco de la vieja risa homérica vibra aún. Hay que saber oírlo (Henri Meschonnic)
04 abril 2008
Pero la poesía no tiene nada de eso que el signo llama lo serio, y que es su propio reflejo: el aburrimiento. Todos los humores pueden sobrevenirle. El juego, el humor forman parte también de la poesía. Sólo que hay razones para no confundirlos con lo lúdico de la combinatoria (que ya no tiene la gracia de Queneau), ni con la imitación programada del inconsciente según la moda psicoanalizante, ni con el despliegue lineal del sentido en la heideggerianidad. […] Pero también hay risa en la escucha interior del mundo. El eco de la vieja risa homérica vibra aún. Hay que saber oírlo (Henri Meschonnic)