14 abril 2008


Banalidad del mal. Filósofo (sic) y ampuloso columnista de La Nación, cuando era sólo poeta y crítico literario solíamos vernos alguna que otra vez, tres o cuatro años después de su paso por la revista Crisis. Ya estábamos en plena dictadura, y el rechazo al terror y la represión que manifestaba en nuestras conversaciones no se trasladaba a los artículos en los que, en los diarios, celebraba que por fin nos hubiéramos librado de los mesiánicos, intolerantes y soberbios (en alusión a lo que hoy se llama “setentismo”), y que por lo tanto, aliviados de esa distorsión, estuviéramos en mejores condiciones para escribir y pensar. Cuando le pregunté acerca de esa diferencia entre lo que decía y lo que publicaba, contestó que él reprobaba las dos formas de violencia. “¿Y entonces por qué escribís sólo contra una?” “Ah, qué gracia, si escribo contra los militares no me publican”. “No escribas nada sobre ese tema, entonces”. No tuve respuesta.