18 abril 2008


Polvareda del suelo se levanta en una plana tierra/ de irreconocible aridez, se calienta sepia y hace,/ al mismo tiempo remolino y pared en alud,/ viento y piedra a velocidades gradualmente/ mayores suben a cierta altura y tocados por los/ haces perpendiculares del violento disco/ candente en la mitad del cielo visible, mandan en/ cadena y remolinos corpúsculos de luz pedregosa/ y ensuciada viento ahogador, atmósfera/ venenosa, a toda la ranchada del norte, del este/ del oeste y del sur sur. (“Aurora argentina”, Susana Cella)