Miedo es la palabra. Detrás de la retórica y las argumentaciones a las que uno recurre, detrás de las consideraciones que tratan de ser objetivas y los intentos de desmontar equívocos, lo que hay, imperioso, no es sólo gusto por la discusión o amor a la verdad: hay miedo. La mediocridad, cuando se excita de más consigo misma, lleva (está probado) al exterminio.