16 septiembre 2012


El extremismo, se sabe bien desde la izquierda, es un mal consejero a la hora de enfrentar situaciones difíciles desde el punto de vista de las correlaciones de fuerza; puede funcionar, no sin perjuicios a su propio campo general, en el momento de exaltación revolucionaria, pero funciona como una garantía de impotencia política en tiempos más calmos y, sobre todo, en ciclos de retroceso. Algo de eso hay en la actual peripecia de las derechas. […] Pero el extremismo, que es políticamente impotente, al mismo tiempo es altamente peligroso por su capacidad destructiva, hoy principalmente manifestada por el cultivo del odio y el desprecio por la voluntad popular en busca de escenas desestabilizantes. En eso, y no en el “populismo”, consiste la principal amenaza a nuestra democracia. (Edgardo Mocca)