17 agosto 2006


Entre todos los infortunados hay una criatura notable por su desgracia. Se trata de quien ha perdido su derecho a la expresión, quien ha cultivado entonaciones artificiosas, quien ha enseñado muecas a su rostro, como un mono domesticado y ha distorsionado o arruinado en todos los aspectos su manera de comunicarse con los otros hombres. El cuerpo es una casa con muchas ventanas; todos nos sentamos junto a ellas mostrándonos y gritando a los transeúntes que entren y nos amen. Pero este amigo ha puesto en sus ventanas un vidrio opaco, elegantemente coloreado. Su casa puede ser admirada por su diseño, la multitud puede pararse ante la puerta de cristal, pero mientras tanto el desdichado propietario debe estar consumiéndose adentro sin consuelo, irremediablemente solo. (Stevenson)