12 agosto 2006


La verdad es que, cuando los libros se conciben con gran empeño, con un espíritu de un poder multiplicado, calentado y electrificado nueve veces por el esfuerzo, nuestro ser participa de una comprensión tan amplia que, aunque el propósito principal sea trivial o basto, no puede dejar de expesarse con cierta verdad y belleza. De la fuerza proviene cierta dulzura, pero algo enfermizo realizado pobremente sigue siendo enfermizo del principio al fin. Por lo tanto, no puede haber estímulos para escritores resignados, de contextura débil. Deben tomar a conciencia su actividad o si no avergonzarse de practicarla. (Stevenson)