10 enero 2013
En la comedia de la vida, acostumbran a ser aplaudidos los figurantes que se prestan a todos los papeles, a todo aceptan y animan, envaneciéndose de dar asilo a todas las verdades y mentiras. A esas criaturas porosas como el barro, creo preferir aquellos que resisten en sus dudas como la piedra y el hierro. Esto significa que no entiendo que sea infinita mi capacidad de aceptar y comprender, convivir y tolerar. En un mundo en que palabras como diálogo y comprensión viven huidas en las comisuras de tantos labios automáticos, no soy insensible a las virtudes de la incomprensión y de ese calumniado monólogo que, dentro de nosotros, es nuestro diálogo íntimo de hombre a hombre. (Y mentiría si no dijese, aquí, mi convicción de que hay diálogos imposibles: entre el pobre y el rico, el flaco y el fuerte, el casto y el libertino, el creyente y el ateo). (Ledo Ivo)