Una oscura pradera me convida,/ sus manteles estables y
ceñidos,/ giran en mí, en mi balcón se aduermen./ Dominan su extensión, su
indefinida/ cúpula de alabastro se recrea./ Sobre las aguas del espejo,/ breve
la voz en mitad de cien caminos,/ mi memoria prepara su sorpresa:/ gamo en el
cielo, rocío, llamarada. (
José Lezama Lima)