05 abril 2013


La lentitud requiere de tanto en tanto el contraste de su opuesto, no sea que nos cansemos de ella. De modo que hace falta un ritmo, para beneficio del espectador. Pero la lentitud es el paso biológicamente dominante -la lentitud del amanecer o la de un terrón de azúcar disolviéndose en agua-, la culminación de tal lentitud es la muerte. La lentitud es un ente majestuoso, claramente accesible a nuestro espíritu. La velocidad no es más que una distracción que nos desvía de esa lentitud, una variación, la expresión de una impaciencia. (Bruno Dumont)